Críticas y Comentarios

Haga click en nuestros titulares para leer las críticas y comentarios sobre las obras de arte.

La creación pictórica y escultórica de Isidro Con Wong, artista costarricense de origen chino, nos introduce en el mundo mágico de la naturaleza y las energías dévicas.

 

De colores contrastados y sensitivos, de los que saltan chispas de energía, dado que todo lo que existe es movimiento, dinamismo y entidad energética, la materia es un espejismo, maya desbocado que nos conduce al laberinto, su pintura presenta entornos de paisajes y El Cebú, bobino oriental, descendiente del uro, que habitaba en la India, de cuernos cortos, aunque Con Wong lo refleja con cuernos largos, como mito. Un mito, que puede ser cebú o toro, bobino, que nos conduce a lo sagrado, a la perfección y a la armonía con el entorno y el toro. De ahí que su producción evolucione de una obra encuadrada dentro de una dinámica del realismo mágico con tintes naifs a una abstracción energética, donde se refleja claramente el impulso eléctrico de la esencia de la luz, de la progresión lumínica que nos conecta con el todo.

 

Su magia, potenciada por el uso de colores sensibles y sensuales, con predominio de rojos, azules, verdes, amarillos y cromatismos diversos, se refleja con la fuerza de los acontecimientos, representada a través de una serie combinatoria de entidades y seres, en la que animales, plantas, bosques, el cielo, los astros, la naturaleza y los cuatro elementos, con estructurados enfoques, primeros planos, planos generales y planos lejanos, constituyen una auténtica progresión de ritmos que nos presentan los diferentes estadios de la meditación y la serena contemplación.

 

En su obra más reciente se instala una actitud energética clara, en la que se subraya la fuerza de la transmutación del uno y del todo, del cosmos y de las galaxias, de la tierra y de sus seres, elementales, humanos, animales y también de los seres que luz que no muestra pero que están ahí, dirigiendo con sus bondades diversas y sus diferentes grados la madre tierra.

 

Pintor expresivo, alegórico y onírico, conecta con la magia de las estrellas en su pintura, hasta conducirnos a nuestro interior.

 

En otras series abandona el color y trabaja el negro sobre negro, aumentando el poder el enigma y la determinación de la materia para evolucionar hacia considerandos más elevados.

 

Su escultura es dinámica, llena de movimiento, directa y expresiva, con gestos, curvas, la figura del cebú, del toro, del bobino destacando cual animal sagrado, recordando la fuerza de la vida en progresión hacia la transmutación. Síntesis de un oriente que se funde con la magia sensual del trópico, de la Costa Rica multicolor y determinante. De esta forma se une el Yin y el Yang en un marasmo de formas que son partes de un todo que va más allá de la apariencia.

 

De la misma manera sus dibujos caligráficos exhiben el movimiento, el gesto, la vitalidad explosiva de quien se sabe poseedor del hilo conector que nos permite ver su mundo visible y también intuir el invisible.

 

Joan Lluís Montané . Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)

La Mística de la Integración Cósmica.

Después de pasar por los cuadros de lujuriante policromía, típico del arte Centroamericano, que según Con Wong son “Sueños Acordados”, llega ahora el pintor a un punto culminante con la misteriosa monocromía del negro en sus más recientes producciones.

El arte nace de lo profundo de la psique humana, ahí donde se albergan grandes visiones e imágenes poderosas. La inspiración artística inconscientemente irrumpe de estas ignotas regiones.

Acertadamente dijo Con Wong, ” el arte es la harmonía entre la fantasía y la inteligencia”. En verdad es así. La fantasía es la forma por la cual el inconsciente gana cuerpo. La inteligencia es el camino por el cual transita la comunicación con el espectador y suscita en él la experiencia estética.

El paso al negro en Con Wong no es aleatorio y sin una razón profunda. Es la concretización de un impulso que viene desde adentro, de las camadas mas ancestrales de su alma a la vez oriental y occidental. Sabemos que el negro es formado por la conjunción de todos los demás colores. Es un fenómeno de síntesis última y suprema. Es la expresión de una experiencia de No-dualidad.

En este sentido el negro es una figuración del Tao, la realidad inefable que recoge todas las cosas sin ser ella misma una cosa. Pero es la posibilidad y el destino de todas las cosas. Algo parecido ocurre con el negro. Todos los colores se encuentran en él y se hacen un.

La vida humana es un peregrinar hacia esta síntesis superior. No es sin sentido que el negro en Con Wong tenga se manifestado en el momento avanzado de la vida, en la edad de la introspección, del silencio profundo, de la sensatez y de la sabiduría existencial. Es la vida que llega a su cumbre, a su plenitud.

El cuadro que estoy apreciando manifiesta varias protuberancias distribuidas en distintas partes de la tela. Todas ellas son bañadas por el negro. Esto quiere decir: la peregrinación humana tiene sus altibajos, sus travesías peligrosas, sus montañas altas y valles profundos. Pero todo viene recubierto por el negro. Es decir, todo se hizo camino para la plenitud y para una experiencia integradora con el TODO.

Este cuadro, como otros en negro, trasmite esta experiencia de totalidad, un paisaje no amedrentador, sino evocador de dimensiones profundas de lo real. Mirarlo con atención propicia un viaje hacia el centro del espíritu, ahí en donde todas las cosas se abrazan y se hacen un con el TAO.

Haber realizado esto no es obra individual de Con Wong, sino es el propio Tao que lo cogió y lo hizo su pincel y su vehículo de comunicación. Por eso, sus cuadros en negro nos llevan más allá de ellos mismos y de su actor. Nos permiten una inmersión en el misterio insondable de la realidad, del universo, de lo que Dios significa.

– Leonardo Boff. Teólogo y escritor

Petrópolis, Río de Janeiro 1 de marzo de 2008

Entre los motivos generalmente escogidos por los pin­tores de pintura naif y apreciado grandemente por el públi­co, sobre todo de América Latina, figuran las diversas cere­monias o fiestas populares, las villas con sus casitas, sus pequeñitos lugares, sus Iglesias, etc., que han hecho evocar a través de las fantasías o de la imaginación del artista un tiempo detenido, un momento en una época tranquila ya pasada o en vías de desaparecer dejando pasar el modernis­mo de la civilización.

El aporte de los naifs de la mayoría de los países, surge particularmente precioso, como memoria de un mundo cambiante, que una mirada candida -tal vez menos de lo que uno cree- asienta en la eternidad hasta en sus más pequeños detalles.

Es sin duda alguna, un cuidado de precisión minuciosa, casi apasionado, que procura el mejor encantamiento de la evocación de las multitudes recogidas y entretenidas que enfrentan las callejuelas desiertas.

El comportamiento de ISIDRO CON WONG, silo relacionamos en una buena parte a la familia de los naifs, es no obstante distinto y es situado sobre un plan que yo calificaré gustosamente como superior. Ante todo nosotros hemos constatado, aquí en Mónaco, la tenacidad, el deseo de sobrepasar de corazón a través de numerosos años los vere­dictos sucesivos. Por otro lado, con una paciencia similar, el no ha cesado de mejorar su técnica y más aún su temática tan particular donde se afirma su personalidad.

Con aquella fineza, tan sensible de refinamiento donde se revela su he­rencia del Extremo Oriente, siempre conservando un frescor extremadamente sensible, él ha logrado realizar un conjunto atractivo. Sus composiciones con un carácter casi decorativo son constantemente renovadas por el dominio que manifiesta en el uso del acrílico, tratado con una delicadeza y un gusto de grandes armonías luminosas.

De este modo nosotros, incansablemente, nos recreamos con sus maravillosos paisajes, de aire visionario, siempre parecido y a la vez diferente. Paisajes fantásticos donde se mezcla la exhuberancia vegetal de los trópicos, los tranqui­los rumiantes pastando, transfigurados por los llamativos colores.

En sus paradisíacos jardines, con los familiares animales, nos transporta a otro universo. Nosotros concede­mos a tan genuino embrujamiento poético la particularidad de no cansarnos nunca de tanta diversidad tan rica y sutil.

Gastón Diehl. Presidente del Museo de América Latina

Monte – Carlo Mónaco

A estas imágenes de paz y de armonía se contrapone la singular y turbadora visión de Isidro Con Wong. Ellas muestran minúsculo ganado cebú circulando alrededor de lianas y de ramas cubiertas de liquen dorado bajo la claridad difusa de un astro indefinido, como si el animal naciera de la descomposición vegetal y estado-utópica. Aquí, un géne­sis angustiador que se sitúa entre el sueño y la pesadilla podrá reunir el punto de vista de un biólogo filósofo (1).

(1) Expuesto en La Magia de las Plantas p. 13-14 2 edición 1990. París, Francia

Max Fourny

“Leer” la pintura de Isidro Con Wong es acercarse a una forma de autobiografía, como el propio artista lo confie­sa, al admitir que no les es posible pintar aquello que no ha visto o experimentado. Sin pertenecer a escuela alguna, o poseer antecedentes académicos, su pintura surge con la fuerza y la espontaneidad propias del mundo que recrea.

Víctor Hugo Fernández

Nacido en Puntarenas hace 73 años, hijo de emigrantes chinos, y con el privilegio de contar con una figura materna que lo indujo por los caminos de la experimentación y la fantasía, Isidro Con Wong, presenta en la Galería Nacional, una exposición que titula, “Negro Insondable’, síntesis de 27 años dedicados a la pintura.

Podemos de una manera certera preguntarnos si existe una relación entre sus primeras pinturas de corte primitivista con estos cuadros de preeminencia monocromáticos.

Definitivamente la relación es mas profunda de lo que pensamos. Desde niño orientado por su madre, jugaba de dejar caer gotas de tinta china sobre hojas blancas, produciendo sus primeras obras infantiles gestuales.

Luego en su primera etapa de pintor establecido, preparaba su tela con una base de pintura negra sobre la que colocaba sus colores y figuras de corte primitivista, hoy es negro sobre negro. Algunos signos se repiten y amalgamados con la fantasía lo ha acompañado en ambas propuestas, paisajes con vacas reposando, paisajes con vacas reposando en las ramas de los árboles rodeados de espirales y astros, y paisajes siderales con sus planetas, estrellas y galaxias.

En ambos periodos el empaste esta presente, solo que en las pinturas negras, el empaste se acentúa y el trazo se carga de energía, ejemplo experiencia y maestría.

Para Isidro Con Wong, la influencia cultural de oriente es muy fuerte, recuerda las palabras de su abuelo en que en lo negro esta lo claro, que no es el fin de la oscuridad, sino el principio. Por lo que esta etapa lo llena de emoción, lo une a sus antepasados, a quienes rinde tributo con movimientos gestuales provenientes de su inconsciente y realiza estas 20 obras que presenta para nuestro deleite.

Elizabeth Barquero. Directora Museo de Arte Costarricense

Costa Rica

After visiting Latin America on different occasions, I realized that the artistic creations of this immense area possess, as a common factor, characteristics of originality, which explains their presence in all corners of the world.

Isidro Con Wong is one of Costa Rica’s most recognized painters. Con imbues his depictions of nature and the lives of farmers with a positive energy that clearly reveals his agricultural background. Thus one could say that his transition to painting was a continuation or extension of his former occupation. Furthermore, Con’s work not only demonstrates the elegance of Spanish culture, but also has the power to capture the descriptive reality of Chinese culture.

Con uses lively colors and energetic brush strokes to create fantastic images of trees, landscapes and animals. His paintings have no unnecessary decorations and are a combination of realistic and dream-like images which Con creates from the heart.

Submerged in that world of colors that is Costa Rica, Con’s paintings have surpassed both the technical and material aspects of this art form to become a symbol of postmodern art. Con’s work shows his attachment to and love of his birthplace while demonstrating concern for the environment.

-Dr. Huang Kuang – nan. Director of the National Museum of History

La pintura de Isidro Con Wong parte de la realidad hasta envolvernos en un ensueño, en un mundo fantástico y poético que, en su faceta crepuscu­lar o del claro de luna, sugiere la poe­sía T’ang.

Su figuración metamorfoseada se anuda en un ancestro oriental mati­zado por la exuberancia tropical. Contemplo la presencia de Oriente y del Extremo Oriente. La caligrafía lineal, la ondulación rítmica de tron­cos y ramas envueltas por puntos luminosos, el balanceo de los árbo­les, la luz de la luna o de las estrellas, -incluyendo alguna vez, el brillo do­rado del cielo- rememora las minia­turas islámicas del siglo XV, con su decoración deslumbrante o las celo-cías y sus arabescos entrelazados, cubridores del bosque caligráfico. Su ritmo de ondulaciones seriales es propio del arte chino, ahora matizado por la textura de sutiles hilos fosfo­rescentes.

Ese ritmo undoso, de una sensación mágica, es el perfil uní­sono del persistente “leitmotiv” o pulso de la sensación: el cebú, buey de la India e Indochina y partícipe de nuestra ganadería. La ondulación psíquica emocional es objeto de forma-ondulación, las crestas de los bueyes, conformando una unidad psíquica que, al mismo tiempo, y en relación con toda la caligrafía, con­lleva un ritmo interior.

La estructura, a veces simple, de permanentes contrastes de un di­seño significante, aporta una inevita­ble y rica asociación serial de relacio­nes mágico-sensoriales; o la lectura sígnica de un ordenamiento gráfico-numérico o del diseño símbolo.

El estricto diseño formal se acerca al pulcro esquematismo chino pero predomina una rica factura ornamen­tal y pintoresca, iluminada con rami­lletes de color. Desde el recuerdo de la naturaleza como marco familiar de una circunstancia cotidiana, nos transporta a la exótica imaginación ingenua o narrativa. Así se recrea ese ordenamiento ritual del concepto espacio-tiempo, con la vocación rítmico-ceremonial de Oriente.

Con frecuencia la naturaleza “in-mantada” hace visible lo invisible: el espíritu mágico de La Creación.

Un sensible equilibrio, de transpa­rencias sutiles apoya la fascinación misteriosa de una narración evoca­dora. Es la sencillez poéticamente expresada o la riqueza de la multipli­cidad caligráfica.

En suma, la magia esplendorosa de Oriente convive con la fragancia tro­pical.

Ricardo Ulloa Barrenechea

Al sur de la Península de Nicoya, en el distrito de Paquera que pertenece al cantón Puntarenas en la provincia del mismo nombre, Isidro Con Wong trabajó por mucho tiempo como agricultor, ganadera, pescador y maderero, en una propiedad familiar en el sector Gigante, con vista al Golfo de Nicoya. Eran unas ochocientas manzanas de terre­no con mucho sitio abierto y ganado arisco cuando llegó. Tuvo que repastar para la cría de ganado ya enraizado de tipo cebuíno. Sembró mango injertado, plátano, arroz en secano y metió algo de maquinaria agrícola. El terreno tenía una parte plana y otra de montaña, bajura y cerros. Este fue su refugio y sh reserva natural que encontró medio silvestres. Ahí metió vacas, toros, caballos, cabros, cerdos y aves de corral. Ahí, al lado de Punta Gigante y frente a la Isla Muertos en el Golfo de Nicoya, se hizo pescador. Ahí, en los cerros y planicies, se hizo maderero y conocedor de la flora y la fauna regionales.

La pintura de Con Wong no puede apreciarse sino se piensa en esa naturaleza y los ecosistemas que cobijan sus obras, como parte integral del Área de Conservación Tempisque del Servicio de Parques Nacionales, en lo que son la Reserva Biológica de las Islas del Golfo de Nicoya y el Refugio Nacional de Vida Silvestre Curú, con toda su fauna y flora, sus bosques, puntas, esteros y playas. Reservas biológicas y refugios de vida silvestre en cuyos bosques deciduos y semideciduos, aún se encuentran maderas de ceibo, Cristóbal, guapinol, pochote, ronrón, indio desnudo y otras especies, aparte del manglar y la vegetación de playa. Naturaleza que cobija muchas especies de aves marinas como pelícanos tijeretas de mar, gaviotas, piqueros, halco­nes y muchas otras. Naturaleza marina cuajada de ostras, langostas, cambutes, cangrejos, quitones, percebes y gran variedad de peces.

Este es el mundo primigenio de Con Wong, aparte de toda su ascendencia hacina paterna, que desde Cantón llegó a Puntarenas a finales del siglo pasado.. Cuando nace Con Wong en Puntarenas a principios de la década de los treinta, las primeras migraciones chinas para el trabajo de plantacio­nes y tendidos ferroviarios, son parte ya de la historia nacional, tanto del lado del Caribe como del Pacífico. Por eso, Con Wong es más costarricense que oriental, es más guanacasteco y puntarenense, porque gran parte de su vida y madurez ha estado en contacto con la tierra y el agua nicoyanas, allá en Gigante de Paquera. Por ser su pintura no puede ubicarse, sin más, en cualquier intento de explicación sobre la ascendencia o la vivencia chinas.

No hay que olvidar que Con Wong empezó a pintar después de los cuarenta y cinco años, en el tiempo libre que le fue dejando su trabajo como agricultor, ganadero y pescador. El mismo cuenta que dibujó en la playa con un palo y que con achiote decoró los sacos de gangoche del arroz que cultivaba. Así empezó a pintar como antes aprendió a dominar la naturaleza con el trabajo, cuando su propiedad en Gigante de Paquera, tenía mucho de silvestre y todavía se podían ver tigrillos, jaguares y venados, aparte de armadillos, garrobos, iguanas, congos, monos carablanca, monos colorados, titís, serpientes y gran cantidad de aves.

Con Wong empezó a pintar cuando realmente conocía lo que es un toro con giba que tanto aparece en su trabajo pintado, es decir, cuando lo pudo cruzar, mejorar, cuidar y reproducir, después de empastar sitio abierto y voltear montaña bruta en su propiedad. Después también de que, a falta de pasto, aprendió la manera de alimentar su ganado con el matón que viene luego de sembrar mucho arroz en el mismo terreno. Sabiduría de hombre del campo que apren­dió a volcar en sus pinturas todas esas referencias terrestres y marinas.

Por todo esto, con Wong no puede ser considerado -así por así, como etiqueta- un pintor ingenuo o naif, artista folk o campesino, primitivo o nativista, como muchos lo tratan de ubicar. Es un pintor nada más, de tipo realista no natura­lista, que testimonia lo que ha visto, conocido y hecho por mucho tiempo. Es como muchos artistas de ese tipo que, desde el Aduanero Rousseau en París, se han hecho famosos con sus pinturas instintivas y realista-utópicas, alejadas de la sociedad industrializada y los agitados espacios urbanos. Pintores autodidactos casi todos, con una pintura que empieza a manifestarse en la madurez, luego de una larga vida como campesinos, artesanos, obreros fabriles, trabaja­dores en lo propio o en servicios públicos y privados. En este sentido, Con Wong se aproxima a las visiones de la muy conocida pintora “primitiva” Grandma Moses, con su pe­queño cosmos en la existencia de cualquier granjero o colono norteamericano, que plasma retrospectivamente el mundo original de trabajo. Es un mundo de recuerdos y nostalagias de la niñez, la juventud y parte de la conciencia madurada en el trabajo, la vida y la comunicación humana. Es la obra de hombres y mujeres que se resisten a al jubilación y quieren ser la crónica o el testimonio de otra época no muy lejana, pero muy olvidada o desconocida por hijos, nietos y coterráneos.

La simiente estética de Con Wong como la de todos los pintores de su género- no está en el arte de ninguna otra latitud histórica como la del arte prehistórico, medieval o primitivo. Nada que ver, igualmente, con la artes y las industrias de los pueblos originarios o arcaicos que estudia la etnografía, desde las culturas tribales y cazadoras, a los pocos pueblos que como testimonio existen aún en Australia o el Amazonas, en momentos de su exterminio por las corrientes “civilizatorias” que poco a poco llegan a ellos para la explotación de las riquezas naturales en sus habitáis milenarios. Mucho menos este arte tiene que ver con el otro, el llamado Arte con mayúscula de cualquier tiempo, su peditado a las influencias y corrientes del gusto aristocrático o burgués, de la demanda oficial o el mercantilismo privado. Es otro arte surgido para otros fruidores que se encuentran sumergidos en la tradición y la vida comunitaria: es parte del verdadero arte popular o arte del pueblo, en donde la comu­nicación y la transmisión cultural, son todavía patrimonio del común, en un espacio social en que todos son al mismo tiempo creadores y recreadores.

Con Wong es pintor y ya. Quizá ahora su obra, muy cotizada en el medio nacional, haya perdido algo de su original procedencia, pero en esencia sigue siendo obra muy personal en un mundo de comunicación estética con otros que pintan o fabrican objetos de carácter económico y popular: exvotos, decorados de feria, pintura mural calleje­ra, lápidas y ofrendas funerarias, talles, cerámica, tejidos y muchos otros productos, que llenan una función social inmediata o son parte de la memoria comunal. Sus cielos estrellados como juegos de pólvora; sus horizontes terres­tres y marinos que cortan islas, mares, praderas y montañas; su vegetación y anotaciones’ frutales que no pertenecen a ninguna botánica que no sea nicoyana, su manglar y vulca-nología pintados como decorados de un teatro ecológico, son registros nemotécnicos de una naturaleza que el mismo pintor supo dominar y transformar. Son escenas pintadas de lo vivido y elaborado en Gigante de Paquera, frente al Golfo de Nicoya.

Los toros y vacas de Con Wong, que aparecen en la distancia o en primer plano de sus cuadros, nos miran fijos al igual que cuando los vemos en la realidad al pasar frente a potreros o cercados en la región ganadera del Pacífico costarricense. Incluso podemos distinguir en su obra, si son las patas cortas de un brahmán o las patas largas del Indo brasil. El ganado prendido a las ramas de los árboles en muchas de sus pinturas, no son concesión a ningún surrea­lismo o realismo mágico, sino referencias indirectas de especies arbóreas de cuyas hojas y frutos se alimenta el ganado en las épocas secas; las ramas que como barreras aparecen en el primer plano de sus cuadros, son del manglar nicoyano que sirve para curtir cueros, hacer tinte o carbón y para refugio de fauna’ marina; el volcán que últimamente se repite en algunas pinturas, pertenece a la geología de la Cordillera Volcánica de Guanacaste, del Orosí al Arenal; los mangos que cuelgan como bombas de cristal en los portales navideños, son los mismos trasmutados que el pintor cultivó en su propiedad; las tinajas pintadas en otros cuadros, se remontan a la cerámica chorotega o aquella del Golfo nicoyano que miraron los-primeros europeos que pasaron por la Isla de Chira y que hoy los intermediarios de las ceramistas de guatil han vuelto objeto mercantil; en fin, toda su pintura se encierra en ese mundo natural que supo vivir con pasión y tenacidad, y que hoy surge como crónica de su historia personal y comunal.

Con todo, Con Wong no es un pintor naturalista de los que solo trasladan mecánicamente al lienzo, la epidermis de las cosas. Con Wong urga en su memoria y experiencia para recrear, sintetizar y comunicar una nueva realidad. Su color es el de un trópico seco diferente, con predominio de azules y cálidos amortiguados. Por eso algunos toros y vacas aparecen violáceos o ligeramente rojizos recortados en vegetaciones, suelos y cielos oscurecidos, saturados de flores, piedras, hojas o estrellas. Su botánica es tropical vista más de noche que a pleno sol. Su obra Ayudando a papá que luego bautizaron como Memorias de un amanecer, es toda una cronología visual del trabajo en una granja o finca familiar, donde aparecen pequeñas figuras humanas que son raras en sus cuadros: niños cuidando un diminuto hato en un paisaje de bajura. En otros cuadros el hombre -casi siempre un niño que puede ser el mismo pintor- aparece montado en la res, conduciendo la partida de ganado. Pero lo predominante en su pintura e lo silvestres o marino que, como reserva o refugio, solo permite la presencia del gana­do, símbolo de toda una región que recorre las pinturas de Con Wong, el pintor del realismo en la vida del Pacífico costarricense.

-Roberto Cabrera Padilla. Critico de Arte de Guatemala

San José, 15 de mayo, 1991.

Isidro Con Wong inicia la entronización del negro como un cántico espiritual, deslumbrante y transfigurador, capaz de originar luz, en lo más recóndito del inconsciente humano, elevando su alma hacia lo más sublime. La fuente inspiradora se encuentra en la sensibilidad interna del artista que con soltura y armonía logra entablar el soliloquio de aquello que no se dijo, cuyo valor encierra años de silencio evocados con osadía y fuerza capaz de oscurecer lo externo para adentrarse en el santuario de su espíritu dejando que el arte fluya al estilo de su más pura expresión.

El negro puro y genuino, sin alteraciones y acompañamientos, como invitado principal en su obra y en el que no se quiere dejar duda alguna de su identidad y de su importancia, se inicia la creación de las veinte perlas negras, como así le llama a cada una de sus obras. Se ha querido en muchas ocasiones ver el negro como algo mortuorio, sombrío tenebroso, degradante y despreciable sin llegar a entenderlo en su concepción más pura de su naturaleza.

Con Wong encuentra en el negro una dimensión que lo ata de alguna manera al pasado, como el regazo materno que lo ha cobijadora través de su historia, en el encuentra la dimensión propicia para llegar a un contacto directo con su hacedor, traspasando las barreras del tiempo es por eso que ha elegido el negro como una forma de comunicación con lo absoluto. En lo mágico y pura del negro encuentra los elementos esenciales para la unión espiritual última y cercana que envuelve todo su haber. En esta dimensión no quiere distracciones ni representaciones que alteren este diálogo íntimo del espíritu. Desde este momento desea con fuerza y pasión reivindicar lo débil, lo despreciable y lo que no cuenta para darle el justo legar a todo aquello que ha sido relegado, como una queja histórica de este sin sentido.

El color negro en las obra de Isidro Con Wong salen a la superficie, a bocanadas como nunca antes lo había plasmado, queriendo liberarse de todos aquellos condicionamiento, que habían amarrado sus sentimientos y sus deseos, ahora que nos acercamos a este acontecimiento, no deja de causarnos sorpresa, asombro y hasta un alo misterio. Pero al detenernos y contemplar su obra libre de prejuicios, encontramos una orquestación rítmica queriéndonos brindar una sinfonía de puntos que parten y llegan a diferentes islas como una fotografía neurológica donde cada neurona cumple su función, comunicándose entre sí para dar vida y plenitud a una sensibilidad artística, que quizás nos tardemos mucho tiempo en entenderla, quedando como un reto a la interpretación del psicoanálisis. Es por esto que encontramos un parentesco de nuestro sistema neurológico con su obra, a manera de una concepción de nuestra génesis misma, buscando sentido a todo aquello que en nuestro inconsciente resulta ser misterioso y desconocido, desde aquí el ser humano muestra su identidad y conceptualización de todo aquellos que aún no hemos descifrado.

Aunque el verde muera, el cielo seguirá siendo azul’. Isidro Con Wong. Es bueno empezar de nuevo para ver la luz.

– Dto. Galería de Arte de Joyería Monse’s

The luminous work of Isidro Con Wong has toured Europe, the United States, and Latin America. The National Museum of History of Taiwan is now the first to open its doors to bring this sample of Costa Rican art to Asia.

Mr. Isidro Con Wong shares with us his special vision of peace and beauty. Born in Costa Rica to a family of farmers, he was raised among the beautiful and wild green pastures, mountains and volcanos of Central America. His work reflects a special bond with nature. The undulating hills, giant, flowering trees, and surprised bulls reflect a mix of power, beauty, space and magic. Con uses light, color and love to create a world of dreams. Through his paintings we can feel the song of the tropics. Within this vision of a New World, the appreciative art lover may discover hidden treasures, remembered tales of China the artist heard from his Chinese grandmother.

Costa Rica invites you to see its soul through the charm of Isidro Con, and thanks the government and the people of the Republic of China for its warm welcome. We are happy to share with you the fruits of peace and democracy in both our countries. It is another step towards a free and richer world for all of us.

The Embassy of Costa Rica thanks the National History Museum, its staff and especially it’s Director, Dr. Huang, for bringing the work of this Costa Rican contemporary artist to Asia, for the first time. Isidro Con’s work is prized in Monaco, the United States and Latin America. It hangs in the Museum of Art Naif of France, as well as in President Lee Teng Hui’s collection. We hope the people of Taiwan will also enjoy it.

Elena A. Wachong de Storer. Ambassador of Costa Rica in Taiwán, 1998

Un paisaje de tonos azulados y una luna de plata con suave resplandor iluminan LOS TOROS PEREGRI­NOS. Mundo recreado de ensueño, lírica fantasía que nos transmite el amor que este pintor chino costarri­cense siente por el paisaje guanacasteco que él conoció por muchos años, y al que parece ligado por un profundo sentimiento.

Ningún otro artista costarricense ha pintado ese paisaje con la serenidad y la compenetración con que lo hace Isidro Con Wong. Con delicadeza y ternura en cada pincelada nos presenta el bosque o el campo con árbo­les, aguaderos, ganado, en cuadros equilibrados, ricos en color. Es el tró­pico matizado por la sensibilidad de un artista descendiente de inmigran­tes cantoneses, pero nacido y for­mado en el puerto de Puntarenas de hace medio siglo, cuando la vida era más sencilla, más rica en color hu­mano.

El artista nace con una capa­cidad para mirar y penetrar la reali­dad circundante, para luego recrear lo que ve. Quizás el alma cantonesa lo acerca a la tierra tropical en que le tocó en suerte nacer; pero Isidro Con Wong no pinta a la manera chi­na; tal vez mira con ojos asiáticos las tierras guanacastecas. No imita a nadie; no busca más que la recons­trucción de un ambiente que conoció con entrega de amante; no desea dominar la naturaleza, sino ser parte de ella.

Tal vez este mensaje que percibimos en sus cuadros, tan olvi­dado en nuestro mundo moderno, sea más necesario ahora que hemos estropeado tanto nuestro planeta; quizás esa sea una de las razones de su éxito como artista. En los pai­sajes de Isidro Con Wong descubri­mos el paraíso perdido en tantas re­giones de la tierra.

Por Hilda Chen Apuy. Escritora Costarricense, Premio Magon