Viajar a un mundo desconocido, en donde podría haber millares de colores juntos, pero en este casi la pureza es característica, donde los sueños son transparentes y llegan más allá de lo que una persona común cree que es el final. Un mundo donde blanco y negro es todo lo que existe.

La época bicolor es imposible de describir con una sola palabra, cada color lleva a mil pensamientos, dos colores dos pigmentos. El blanco y el negro, el día y la noche, el bien y el mal que van de la mano, me recuerdan tal balance perfecto al que todo ser aspira a llegar, pero yo comienzo a soñar todas las líneas siendo mi poesía hacia ese mundo fantástico, donde hay una realidad mágica, encaminándose a soñar mientras cada pelo del pincel se desliza dejando el cantar de la poesía, por lo que son únicas.

Como artista mortal es normal tener tales días donde la inspiración no viaja por mi cuerpo, abriendo los ojos, veo a mi alrededor donde encuentro una creatividad de otro mundo en los objetos de este. Abriendo los ojos, para ver, para recordar no solo soñar. Quiero recordar que soy mortal, recordar donde están mis pies, concentrarme ver adentro de este mundo lleno de armonía y buscar tesoros perdidos para integrarlos en mis obras y así darle un toque que solo yo puedo y terminar sin que el arte muera.